Peru: 2021-05-31 Milagros Asto Sánchez.- No solo el cambio climático está calentando el Ártico de manera preocupante. Este territorio de condiciones extremas, donde las temperaturas pueden caer hasta los -55 °C, se ha vuelto motivo de tensión entre Rusia y Estados Unidos por el despliegue militar de Moscú en la zona. La alarma causada en Occidente ha despertado la preocupación por las posibles repercusiones de una guerra gélida en la región hogar de morsas, focas y osos polares. Rusia, el país ártico más extenso, lleva años aumentando su presencia militar en la inhóspita región, donde el deshielo por el cambio climático está volviendo más accesibles sus territorios. El centro de la estrategia rusa es la base aérea de Nagurskoye, en el archipiélago Tierra de Francisco José (norte). En ese lugar, hasta hace no mucho un conjunto de islas deshabitadas y cubiertas de glaciares, existe hoy un arsenal ruso compuesto por misiles, radares, instalaciones para 150 soldados y una nueva pista de aterrizaje que puede recibir todo tipo de aviones de combate durante el año entero. El aumento del poderío e influencia rusos en la zona ártica –que se extiende del Polo Norte al círculo polar ártico– tiene metas muy claras. Katarzyna Zysk, profesora de relaciones internacionales en el Instituto Noruego de Estudios de Defensa Estatal, apunta, en primer lugar, que la geografía y el hecho de que la mitad del círculo de latitud pertenezca a Rusia, hacen que la región siga teniendo una gran importancia militar-estratégica para Moscú. Destaca, además, que la región ya desempeña un papel económico importante para el país (alrededor del 20% del PBI ruso se genera por encima del círculo polar ártico) y que Moscú pretende ampliar este rol en el futuro convirtiendo al Ártico en su principal base de recursos naturales y a través del transporte marítimo a lo largo de la Ruta Marítima del Norte. “El renovado impulso ruso hacia el Ártico ha sido promovido, por un lado, por el optimismo de las autoridades sobre el desarrollo económico y, por otro, por las amenazas a la seguridad generadas por la ampliación del acceso al océano Ártico, antes protegido naturalmente de los intrusos por el hielo”, dice a El Comercio. Pero los planes de Rusia no son bien vistos en Occidente, que ha denunciado la militarización sin precedentes del Ártico por parte de Moscú. Estados Unidos incluso despachó bombarderos B-1 a Noruega este año. Las tensiones se evidenciaron la semana pasada durante la reunión de los ocho países del Consejo Ártico en Islandia. Aunque Moscú y Washington se esforzaron por acercar posturas, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, reiteró su preocupación por la “creciente actividad militar” rusa en el Ártico, mientras que su par ruso, Serguéi Lavrov, mostró su malestar por el despliegue de tropas de la OTAN en países vecinos. Marisol Maddox, analista del Ártico en el Instituto Polar del Centro Woodrow Wilson, destaca que para Rusia separar las capacidades ofensivas de las defensivas es un reto. “Y tras la anexión de Crimea por parte de Rusia en el 2014, sus agresivas campañas de guerra electrónica y operaciones de información, junto con sus movimientos internos hacia el autoritarismo, generan mayor preocupación por los avances en su capacidad militar”, dice a este Diario. La pregunta que resuena es si se podría desencadenar una guerra en el Ártico. Para Maddox, las tensiones pueden avivarse si, a medida que aumenta la actividad militar en el Ártico, “se observa una falta de diálogo para reducir el riesgo y evitar una escalada, en especial si se produce un accidente o una mala interpretación de las intenciones”. Michael Kofman, científico investigador principal del Programa de Estudios de Rusia en el grupo de expertos de la CNA, apunta que “la creciente confrontación convierte al Ártico en un vector de cualquier guerra, y también hay la probabilidad de que se produzcan tensiones con los vecinos del Ártico occidental”. “Hay pocas causas políticas para una guerra en el Ártico, pero tampoco es imposible que la región sea un campo de batalla si estalla una guerra entre Rusia y Estados Unidos”, nos dice. El Ártico, hogar de más de 21.000 especies de animales y vegetales, es un territorio muy codiciado por los Estados que lo delimitan –y por otros más lejanos–, debido a la enorme cantidad de recursos naturales que posee, los mismos que son cada vez más accesibles con el aumento del deshielo. Según los expertos, en el círculo polar ártico se encuentra cerca del 25% de las reservas mundiales de hidrocarburos y, de ellas, el 84% se encuentra en la plataforma continental del océano Ártico. El país ártico más extenso es Rusia, que ha señalado que la región alberga ingentes reservas de hidrocarburos estimadas en miles de millones de toneladas de crudo y billones de metros cúbicos de gas. Por ello, además de Moscú, EE.UU., Canadá, Noruega y Dinamarca han iniciado una carrera de las reivindicaciones territoriales en la zona.